Antes de llamarse Bernabé, nombre con que le veneramos, este santo apóstol llamábase José, que significa «crecimiento». Fue hebreo de nación y de la tribu de Leví. Nació en la isla de Chipre, donde sus antepasados se refugiaron duran te la invasión de Judea por los romanos mandados por Pompeyo.
Cuando tuvo edad competente,
enviáronle sus padres a Jerusalén, para que aprendiese virtud y letras.
Dice la tradición oriental que el
joven levita tuvo ocasión de oírle predicar en el templo y quedó prendado de la
doctrina del nuevo Maestro, de quien se decía: «Nadie habló como aquel hombre».
Presenció el milagro de la piscina probática y desaparecieron sus dudas: creyó
en la misión divina de Jesús, y de allí en adelante fué ardentísim o admirador
del Divino Maestro.
Corrió a contar a su tía María, madre
de Juan Marcos, cuanto había visto y oído. Por sus palabras creyó en Jesús toda
aquella familia, y su casa sirvió de albergue al Salvador en Jerusalén.
San Bernabé presencia el milagro de la curación de un paralítico en la piscina probática y, conmovido ante el poder y la bondad de Jesús, se arroja a Sus pies suplicándole que le admita en el número de sus discípulos. El Señor lo recibe y colma de gracias con esta dichosa elección.
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