Después de que las reliquias de la Santa fueron
exhumadas, fueron mantenidas en Roma hasta 1805. Ese año, Don
Francisco de Lucía, sacerdote ejemplar de Mugnano, deseoso de tener en su
pueblo un cuerpo de mártir de nombre conocido, fue a Roma con este fin. Y
después de muchas oposiciones pudo alcanzar la de santa Filomena, que en
esqueleto, guardaba con otras muchas reliquias, monseñor Ponzetti. Luego que
tuvo en su poder tan grande tesoro, cuyo precio conoció al instante por los
prodigios que empezó a obrar en el mismo viaje, la condujo a Nápoles.
El día antes de la llegada, por las oraciones de
los habitantes, una lluvia abundante refrescó los campos y prados de Mugnano,
después de una larga temporada de sequía. El Señor Michael Ulpicella, un
abogado, que no había podido salir de su cuarto por seis semanas, fue llevado a
donde estaban las reliquias y regresó sanado.
En Nápoles se formó un cuerpo
de cartón y dentro de él se colocaron los huesos sagrados, que, por su pequeñez
y delicadeza, manifestaban haber sido de una joven de pocos años, y aunque no fue
hecho con toda la perfección que deseaba don Francisco, su custodio, comenzó a
ser objeto de admiración general. En en su traslado a Mugnano, el cuerpo de la
santa se hizo pesadísimo cuando iba pasando por lugares en donde algunos Santos
habían padecido martirio, especialmente el patrono de Nápoles, San Genaro.
Asimismo, estando la urna cerrada y sellada con llave que había quedado en
Nápoles, cambio de facciones tornándolas muy agraciadas, mudó el color en otro
perfectamente natural, el cabello apareció mejor acomodado, dio nueva posición
a las manos y lo que es más, se incorporó en la urna, quedando casi sentada para
que el pueblo la viese más cómodamente.
A pesar de los numerosos milagros que sucedían en Mugnano, la fama de la Santa no se extendió fuera de la zona, hasta el año 1823, con motivo de un sudor prodigioso que manó a manera de ungüento olorosísimo de una estatua que se había construido para llevarla en procesiones. Empezaron a realizarse estampas y a difundirse los milagros por todas partes, y desde entonces resonó en Italia el nombre de Santa Filomena que luego se esparció por los demás Reinos de Europa, pasó a América, África y a Asia por medio de los misioneros. La noticia de los milagros de multitud de personas, se multiplicaron de tal manera que sería imposible enumerarlos contando por testigos, pueblos enteros que nadie ha desmentido, habiendo milagros de primero y segundo orden*, para castigo de los incrédulos y para aliento y consuelos de los devotos.
A sólo la invocación de su
nombre, con el aceite de sus lámparas y con el contacto de sus imágenes, han
resucitado muertos, socorrido a mujeres en partos peligrosos, restituido la
salud a enfermos y desahuciados. Ha liberados de incendios, naufragios y otros
desastres a muchísimas personas. De dichas imágenes han salido músicas
armoniosas, palabras de consuelo y golpes, a veces suaves y otras, fuertes, en
señal de haber sido oídas las peticiones.
* Los milagros de primer orden se refieren a eventos sobrenaturales que desafían o violan las leyes naturales. Los milagros de segundo orden, por otro lado, son eventos que, aunque pueden ser explicados por leyes naturales, su coordinación temporal o secuencia de eventos resulta tan precisa e improbable que consideran a un diseño o propósito Divino.
Sexto día de la novena 07 de agosto
No hay comentarios.:
Publicar un comentario