miércoles, agosto 06, 2025

Santa Filomena, sexta parte (traslado a Mugnano)



Después de que las reliquias de la Santa fueron exhumadas, fueron mantenidas en Roma hasta 1805. Ese año, Don Francisco de Lucía, sacerdote ejemplar de Mugnano, deseoso de tener en su pueblo un cuerpo de mártir de nombre conocido, fue a Roma con este fin. Y después de muchas oposiciones pudo alcanzar la de santa Filomena, que en esqueleto, guardaba con otras muchas reliquias, monseñor Ponzetti. Luego que tuvo en su poder tan grande tesoro, cuyo precio conoció al instante por los prodigios que empezó a obrar en el mismo viaje, la condujo a Nápoles.

El día antes de la llegada, por las oraciones de los habitantes, una lluvia abundante refrescó los campos y prados de Mugnano, después de una larga temporada de sequía. El Señor Michael Ulpicella, un abogado, que no había podido salir de su cuarto por seis semanas, fue llevado a donde estaban las reliquias y regresó sanado.

En Nápoles se formó un cuerpo de cartón y dentro de él se colocaron los huesos sagrados, que, por su pequeñez y delicadeza, manifestaban haber sido de una joven de pocos años, y aunque no fue hecho con toda la perfección que deseaba don Francisco, su custodio, comenzó a ser objeto de admiración general. En en su traslado a Mugnano, el cuerpo de la santa se hizo pesadísimo cuando iba pasando por lugares en donde algunos Santos habían padecido martirio, especialmente el patrono de Nápoles, San Genaro. Asimismo, estando la urna cerrada y sellada con llave que había quedado en Nápoles, cambio de facciones tornándolas muy agraciadas, mudó el color en otro perfectamente natural, el cabello apareció mejor acomodado, dio nueva posición a las manos y lo que es más, se incorporó en la urna, quedando casi sentada para que el pueblo la viese más cómodamente.

A pesar de los numerosos milagros que sucedían en Mugnano, la fama de la Santa no se extendió fuera de la zona, hasta el año 1823, con motivo de un sudor prodigioso que manó a manera de ungüento olorosísimo de una estatua que se había construido para llevarla en procesiones. Empezaron a realizarse estampas y a difundirse los milagros por todas partes, y desde entonces resonó en Italia el nombre de Santa Filomena que luego se esparció por los demás Reinos de Europa, pasó a América, África y a Asia por medio de los misioneros. La noticia de los milagros de multitud de personas, se multiplicaron de tal manera que sería imposible enumerarlos contando por testigos, pueblos enteros que nadie ha desmentido, habiendo milagros de primero y segundo orden*, para castigo de los incrédulos y para aliento y consuelos de los devotos.

A sólo la invocación de su nombre, con el aceite de sus lámparas y con el contacto de sus imágenes, han resucitado muertos, socorrido a mujeres en partos peligrosos, restituido la salud a enfermos y desahuciados. Ha liberados de incendios, naufragios y otros desastres a muchísimas personas. De dichas imágenes han salido músicas armoniosas, palabras de consuelo y golpes, a veces suaves y otras, fuertes, en señal de haber sido oídas las peticiones.

Los milagros de primer orden se refieren a eventos sobrenaturales que desafían o violan las leyes naturales. Los milagros de segundo orden, por otro lado, son eventos que, aunque pueden ser explicados por leyes naturales, su coordinación temporal o secuencia de eventos resulta tan precisa e improbable que consideran a  un diseño o propósito Divino.

Sexto día de la novena 07 de agosto


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