Hambre de la palabra de Dios (Amós 8,11)
He aquí que vienen días,
dice Yahvé, el Señor,
en que enviaré hambre sobre la tierra;
no hambre de pan, ni sed de agua,
sino de oír las palabras de Yahvé.
Monseñor Straubinger: Profecía
gravísima y terrible, que siempre está pendiente como una amenaza sobre
nosotros. Si vivimos relegando la palabra de Dios, Él retirará un día esa
palabra, como aquel médico que, habiendo preparado con gran trabajo un precioso
remedio para los leprosos de su hospital, observó que todos lo elogiaban con
grandes expresiones de gratitud... pero luego cada uno se buscaba un remedio propio,
despreciando el único eficaz, que con tanto amor les había preparado. El
médico, herido en su corazón, retiró entonces aquel bálsamo despreciado. Y los
enfermos murieron todos. Tal es la conminación que aquí hace Dios, como en
Salmo 80, 13.* En ella vemos el más trágico fin de una cultura que
pretende hallar soluciones a los problemas del mundo sin contar con la
actividad de Dios, esto es mirándolo como un hombre del mundo y negando a su providencia
la intervención activísima y constante que Él se reservó cuando nos dijo, por
boca de su Cristo, que ni un pájaro, ni un cabello nuestro cae sin obra Suya
(Mateo 10,30;** Lucas 12, 7***), y que no será nuestro brazo,
sino Su gratuita liberalidad la que nos dará “por añadidura (Mateo 6,33****)
también las soluciones de orden temporal si buscamos antes, para nuestra alma y
la del prójimo, el Reino de Dios y la justicia y santidad que de Él viene y que
se funda, como dice San Jerónimo, «en la predicación de las Escrituras que conduce
a la vida».
* Por eso los entregué a la dureza de su corazón: a
que anduvieran según sus apetitos.
** En cuanto a vosotros, todos los cabellos de
vuestra cabeza están contados.
*** Aun los cabellos de vuestra cabeza están todos
contados. No tenéis vosotros que temer: valéis más que muchos pájaros
**** Buscad, pues, primero el reino de Dios y su
justicia, y todo eso se os dará por añadidura
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