El purgatorio es el estado de purificación. Después de la muerte de las
almas salvadas, ellas no pueden ayudarse a sí mismas y esperan nuestra ayuda
con nuestras oraciones, misas, indulgencias y obras buenas. Veamos algunos
casos concretos en la vida de santa Verónica Giuliani.
El sacerdote del monasterio dice: le encargué a Sor Verónica que orara a
Dios por las almas de mi padre y de un tío mío que habían muerto hacía unos 20
años y que ella se encomendara a la Virgen María para saber en qué estado se
encontraban. Ella hizo oración durante unos días y me dijo que la Virgen le
había hecho comprender que ambos estaban en el purgatorio. Le recomendé que orara
mucho al señor y a la Virgen para que fueran liberados. Ella me manifestó que
la Virgen le había dicho que, si hubiera pedido oraciones para que ella
sufriera algunas horas al día, ya estarían liberados. Por eso yo le asigné 4 o
5 horas cada día de sufrimientos y después de algunos días me dijo que cuando
yo celebraba la misa en la iglesia del convento había visto ambos salir del
purgatorio y presentarse ante la Virgen en día de Navidad de 1714.
Otro caso fue en el año 1717 en tiempo de Cuaresma: yo, volviendo como
confesor extraordinario a este monasterio de Capuchinas, y habiendo muerto mi
madre hacía pocos meses, recomendé a Sor Verónica rezar al señor por su alma. A
los pocos días me dijo que estaba en el purgatorio y que la Virgen Santísima le
había dicho que, si ella se ofrecía a sufrir en su lugar y yo le daba la
obediencia de hacerlo, obtendría su liberación. Yo le di la obediencia y
después de algunos días me dijo que ya había sido liberada y que cuando estaba
oyendo la misa la había visto libre. Yo le manifesté que no me bastaba en sus
palabras y quería una señal especial de su liberación que rezase al señor por
ello. Estando ella rezando en la iglesia y yo en el confesionario, oí, debajo
del pavimento del confesionario, unos golpes profundos. Yo me quedé sorprendido
y con temor. Le pregunté qué significaba aquello y me respondió que no lo sabía
sentido. Continuó en oración y continuaron los golpes debajo del confesonario.
Al fin me pudo decir que la Virgen le había dicho que esos golpes eran la señal
que yo había pedido de la liberación de mi madre y que tantos cuántos habían
sido los golpes. Así debían haber sido los días que debía haber pasado aún en
el purgatorio si Verónica no hubiera sufrido por ella.
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