jueves, julio 10, 2025

Sta. Felicitas alienta al martirio a sus 7 hijos, 10 de julio


Siendo emperador Marco Aurelio Antonino, hubo en Roma una santa matrona, llamada Felicitas, noble en linaje y más ilustre en piedad, que tenía siete hijos, todos cristianos y criados en la fe católica y con santas y loables costumbres. Había hecho, esta santa viuda, voto de castidad y ejercitábase en oraciones, ayunos y obras de piedad, y con su vida movía a muchos de los gentiles, para que se hiciesen cristianos, y a los cristianos para que viviesen loablemente, conforme la religión que profesaban.

Los sacerdotes de los ídolos concibieron por esta causa gran saña contra santa Felicitas y contra sus hijos, y procura con el emperador que los mandase prender y obligarlos a adorar a los dioses, fingiendo que estaban muy enojados y que no se aplacarían, sino con este sacrificio.

Santa Felicitas con sus siete hijos fue presa y su causa se remitió a Público, prefecto de la ciudad, el cual, llamando aparte a la madre, con blandas palabras, le rogó que sacrificase a los ídolos y que no le obligase a usar de rigor con ella y con sus hijos.

Respondió Felicitas: “no pienses, que con tus suaves palabras me podrás ablandar ni espantar con tus amenazas; porque tengo en mi favor al espíritu del Señor, que no permitirá que yo sea vencida del demonio; antes estoy muy cierta que, a ti, que eres ministro suyo, viva y muerta, lo venceré.”

A esto respondió Publico: “¡Desventurada de ti! ¿Es posible, que tengas tan aborrecida la vida, y que ya no temas la muerte; y que no procures que tus hijos vivan y no mueran a mis manos?”

“Mis hijos,” dijo Felicitas, “sacrificando a los dioses, morirán muerte eterna; y reconociendo y adorando a Jesucristo, vivirán para siempre.”

Al día siguiente, atando el juez en la plaza del templo de Marte, mando que fuese traído a juicio felicitas con sus hijos y díjole: “Ten, Felicitas, piedad de tus hijos que están ahora en su juventud y tienen para ser estimados y valer mucho. Respondió Felicitas: “tu piedad es impiedad y tu consejo cruel y engañoso.” Y volviéndose a sus hijos, les dijo: “mirad, hijos míos, al cielo, en donde os está Cristo esperando con todos sus santos, pelead valerosamente por vuestras almas y mostraos fieles y constantes en el amor de Jesucristo.”

El juez, oyendo estas palabras, se  embraveció y le mandó dar muchas bofetadas en el rostro, pareciéndole gran atrevimiento, que diese tales consejos a sus hijos, e hizo traer delante de sí al mayor de ellos, llamado Januario, y usando todo su artificio y mezclando grandes promesas con amenazas y halagos con espantos, le  persuadía que adorase a los dioses; más el santo mozo, con gran constancia y resolución le respondió: “tú me aconsejas una cosa loca y fuera de razón, y espero en mi Señor  Jesucristo , que me librará de tal desatino y de tal locura.” Mandóle el juez desnudar y azotar crudamente y llevarle á la cárcel.

Luego llamó uno a uno, a los siete hermanos, procurando con todas sus fuerzas pervertirlos y engañarlos, y atraerlos a que adorasen a los dioses y obedeciesen al mandato del emperador; pero como le salieron en vano todas sus artes y mafias, y, alegres, los santos hermanos, aunque con diferentes palabras, le diesen la misma respuesta y; después de haberlos mandado azotar cruelmente y echar en la cárcel, dio aviso al emperador, de lo que pasaba.

El emperador mandó que con diferentes géneros de muertes les quitase la vida, y ejecutándose este impío mandato, Januario que era el primero, siendo azotado gravísimamente y quebrantado con plomadas, dio su espíritu al Señor: Félix y Felipe, fueron molidos a palos. Silvano murió despeñado: Alejandro, Vidal y Marcial, fueron descabezados. Su madre santa Felicitas, al cabo de cuatro meses, también fue martirizada-.

De ella dice san Gregorio en una homilía estas palabras: «La bienaventurada santa Felicitas, creyendo,  fue sierva de Cristo , y predicándolo, madre de Cristo, porque teniendo ella siete hijos, de tal manera temió dejarlos vivos en el mundo, como los otros padres carnales suelen temer que no se les mueran; porque hallándose en la persecución, esforzó los corazones de sus hijos con sus palabras en el amor de la patria celestial y parió en el espíritu, a los que había parido en la carne, y dio a Dios con su exhortación a los que con la carne había dado al mundo. No me parece, que habernos de llamar a esta mujer mártir, sino más que mártir; pues habiendo enviado delante de sí, siete hijos y llegado con ellos al cielo, a la postre vino después de ellos a recibir la corona del martirio que se debía por sí y por ellos.”

Amó santa Felicitas a sus hijos según la carne, más por el amor de la eterna y en la bienaventuranza, quiso que muriesen, los que amaba.».


 

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