La séptima excelencia de Santa
María Magdalena es haber sido una de las almas más amadas de nuestro Señor
Jesucristo y de su Santísima Madre. Se trata de la fidelidad con que imitó y
siguió al Señor.
Considera esta especial
excelencia de la felicísima Magdalena en haber sido la predilecta discípula, y
una de las almas más amadas y favorecidas de Cristo nuestro Señor, y de su
bendita Madre. Considera igualmente la fidelidad con que los imitó y siguió, y
la obligación que tienes de imitar a nuestro Señor Jesucristo para poder
salvarte.
Fue predilecta discipula de
nuestro Señor Jesucristo haciéndole múltiples favores, siendo entre ellos muy
notable, haber sido la primera a quien apareció resucitado antes que a alguno
otro de sus apóstoles y discípulos, y a quien encargó que les diese la noticia
de su gloriosa resurrección. Fueron innumerables y particularísimos los que le
hizo en el resto de su vida, y especialmente los treinta años que permaneció
sola en el desierto: tres Santos, dijo el Señor a Santa Brígida, fueron los que
sobre todos los demás me complacieron: mi Santísima Madre, el Bautista y la
Magdalena (Revelaciones, Libro 4, cap. CVIII)
Desprendida de todo lo terreno, y
vencidas cuantas dificultades se le propusieron para impedir o retardar su
resolución, tomó con más qué humano consejo la de seguir personalmente a
nuestro Señor Jesucristo, y acompañarle en sus viajes y en sus apostólicas
expediciones con fidelidad y constancia. Seguíale pues a todas partes por los
campos, villas, aldeas, a los desiertos y a las ciudades. Seguíale siempre a
pie, y en los mismos términos que hacía el Señor sus jornadas con sus apóstoles
y seguíale no solo entre las gentes y los poblados donde era bien recibido y
oída con aprecio su doctrina, mas también cuando y donde era perseguido y
menospreciado por la impiedad y obstinación de los que le escuchaban. Betania,
Jerusalén y el Calvario prueban hasta el convencimiento esta verdad.
La octava excelencia de Santa
María Magdalena es haberla escogido el Señor para modelo y ejemplar de la vida
contemplativa: se propone su ardentísimo amor a nuestro Señor Jesucristo.
Considera la rara excelencia de
esta favorecida sierva y esposa del Señor en haberla escogido entre todos sus
Santos para que fuese en su Iglesia ejemplar vivo y practico de la mejor y
óptima parte de las dos que dejaba en ella establecidas para la santificación
de sus hijos. Considera asimismo su inflamado amor a nuestro Señor Jesucristo,
y la indispensable necesidad que tienes de este amor para poder salvarte.
Considera, pues, que habiendo
establecido nuestro Señor Jesucristo en su Santa Iglesia las dos clases de
vida, activa y contemplativa, en que dejaba dispuesto que respectivamente
pudiésemos salvarnos y santificarnos sus hijos, y llegar a la misma unión con
su Majestad en el estado de viadores, quiso también y dispuso con su infinita
sabiduría que su predilecta Magdalena nos sirviese de ejemplo y modelo para
ello.
La novena excelencia de Santa
María Magdalena es haberla constituido el Señor abogada de los pecadores para
su conversión, y protectora de los justos para llegar a la contemplación y
unión con Dios. Se plantea aquí, su heroica caridad.
Considera, pues, que aunque
nuestra santa fe nos enseña que nuestro Señor Jesucristo es necesariamente
nuestro abogado y medianero para con su Eterno Padre (I Juan II, 1), y que su
Majestad nos mereció la gracia para nuestra justificación, santificación y
salvación, de tal suerte que sin Él nos es imposible todo esto y no por eso son
inútiles los ruegos de los Santos, ni se nos prohíbe el valernos de su
intercesión, ni se le hace con ello agravio a nuestro amabilísimo Redentor
(Concilio de Trento, sesión XXV, Decreto sobre la Invocación y religión de los
Santos), antes bien cede en honor suyo el ser conocido y predicado en sus
Santos admirable. Los Santos no solo son nuestros modelos y ejemplos para que
aprendamos de ellos la virtud: son además nuestros protectores para
favorecernos y alcanzarnos de Dios con sus ruegos el remedio de nuestras
necesidades, y para esto nos lo pone a la pública veneración la Santa Madre
Iglesia: por ellos nos dispensa el Señor sus beneficios, y parece haber
destinado particularmente a algunos para por su medio concedernos alguna gracia
especial, espiritual o temporal. Entre estos ha señalado a la Santísima
Magdalena, para que al mismo tiempo que nos dio en su conversión y penitencia
un ejemplo extraordinario y admirable, sea también poderosa para conseguir de
la divina piedad un bien semejante a los pecadores, de modo que detestando
estos su mala vida, se conviertan a verdadera penitencia y consigan su infinita
misericordia (San Bernardino de Siena, citado por el P. Isidoro de Sevilla en
la Vida de Santa María Magdalena)
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