He oído y repetido desde la infancia el Santo nombre de Jesús, pero muchos,
demasiados, no tienen una idea adecuada de las grandes maravillas de este Santo
nombre. ¿Qué sabes, querido lector, del nombre de Jesús?
Sabrás que es un nombre Santo y que habría que inclinar la cabeza cada vez
que se dice. Es muy poca cosa. Es como si uno viera un libro cerrado y se
fijara solamente en el título de la portada. No sabes nada de los preciosos
pensamientos que el libro contiene. Así es, cuando pronuncias el nombre de
Jesús, sabes muy poco de los tesoros que en ellos se oculta. Este divino nombre
en verdad es una mina de riquezas, es un manantial de la más Alta Santidad y el
secreto de la felicidad más grande que un hombre puede esperar y gozar en esta
tierra. Es tan poderoso, tan seguro, que nunca deja de producir en nuestras
almas los más maravillosos resultados. Consuela al más triste corazón y hace
fuerte al más débil pecador. Nos obtiene todo tipo de favores y gracias, tanto
espirituales como temporales. Debemos hacer dos cosas:
1. Entender claramente el significado y el valor del nombre de Jesús.
2. Debemos habituarnos a decirlo devota y frecuentemente, cientos y cientos de veces, todos los días.
Lejos de ser algo aburrido, será algo de inmenso Gozo y Consolación.
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