No se debe dar crédito a cualquier palabra ni a cualquier espíritu. Más con prudencia y espacio se deben, según Dios, examinar las cosas.
¡Oh dolor! Muchas veces creemos y decimos más fácilmente el mal que el bien con respecto al prójimo. A tal punto llega nuestra debilidad.
Más los hombres perfectos no creen con facilidad todo lo que se les cuenta. Porque conocen la debilidad del hombre inclinado al mal y muy deleznable en las palabras. Es de gran sabiduría no obrar con precipitación ni adherirse obstinadamente al propio modo de sentir. Asimismo, lo es, no dar crédito a cuanto dicen los hombres, ni comunicar luego a otros lo que se ha oído o creído.
Toma Consejo del hombre sabio y recto. Y
prefiere ser instruido por otro mejor que tú, a seguir tus propios designios. La
vida buena hace al hombre sabio, según Dios y experimentado en muchas cosas.
Cuanto más humilde y sumiso sea uno a Dios, tanto más sabio y pacífico será en
todo.
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