El 27 de diciembre de 1673, día de San Juan el Apóstol, Margarita María, que tenía solo 14 meses de profesa y 26 años de edad, estaba como de costumbre arrodillada ante el Señor en el Santísimo Sacramento expuesto en la capilla. Era el momento de la primera gran revelación del Señor. Ella lo cuenta así:
"Estando yo delante del
Santísimo Sacramento me encontré toda penetrada por Su divina presencia. El
Señor me hizo reposar por muy largo tiempo sobre su pecho divino, en el cual me
descubrió todas las maravillas de su amor y los secretos inexplicables de su
Corazón Sagrado.
El me dijo:
"Mi Divino Corazón, está tan
apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pudiendo
contener en el las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame
valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos
dones que te estoy descubriendo los cuales contienen las gracias santificantes
y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición. Te he elegido
como un abismo de indignidad y de ignorancia, a fin de que sea todo obra
mía."
"Luego," continúa
Margarita, "me pidió el corazón, el cual yo le suplicaba tomara y lo cual
hizo, poniéndome entonces en el suyo adorable, desde el cual me lo hizo ver
como un pequeño átomo que se consumía en el horno encendido del suyo, de donde
lo sacó como llama encendida en forma de corazón, poniéndolo a continuación en
el lugar de donde lo había tomado, diciéndome al propio tiempo: "He ahí,
mi bien amada, una preciosa prenda de mi amor, que encierra en tu costado una
chispa de sus mas vivas llamas, para que te sirva de corazón y te consumas
hasta el último instante y cuyo ardor no se extinguirá ni enfriará. De tal
forma te marcaré con la Sangre de mi Cruz, que te reportará más humillaciones
que consuelos. Y como prueba de que la gracia que te acabo de conceder no es
nada imaginario, aunque he cerrado la llaga de tu costado, te quedará para
siempre su dolor y, si hasta el presente solo has tomado el nombre de esclava
mía, ahora te doy el de discípula muy amada de mi Sagrado Corazón."
Después de este favor tan grande,
Margarita quedó por muchos días como abrasada toda y embriagada y tan fuera de
si que podía hablar y comer solamente haciéndose una gran violencia. Ni
siquiera podía compartir lo sucedido con su superiora lo cual tenia gran deseo
de hacer. Tampoco podía dormir, pues la llaga, cuyo dolor le era tan grato,
engendraba en ella tan vivos ardores, que la consumía y la abrasaba toda.
A partir de la primera
revelación, Margarita sufriría todos los primeros viernes de mes una
reproducción de la misteriosa llaga del costado, cosa que le sucedería hasta su
muerte. Estos eran los momentos particularmente elegidos por el Señor para
manifestarle lo que quería de ella y para descubrirle los secretos de su amable
Corazón.
Entre estas visitas le decía el
Señor, "Busco una víctima para mi Corazón, que quiera sacrificarse como
hostia de inmolación en el cumplimiento de mis designios." En su gran
humildad, Margarita le presentó varias almas que, según ella corresponderían
más fielmente. Pero el Señor le respondió que era ella a quien había escogido.
Esto no era sino ocasión de confusión para Margarita pues su temor era que
llegasen a atribuir a ella las gracias que del Señor recibía.
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