San Juan Vianney era muy devoto de Santa Filomena y
la eligió su patrona y el sentía su presencia constantemente. La llamaba con
los nombres más tiernos y familiares y no dudaba en inducir a otros a que
invocaran su intercesión en sus necesidades de cuerpo y alma.
Conoció a la Santa a través de Pauline Jaricot, la
cual le ofreció parte de la preciosa reliquia que había obtenido en Mugnano.
Inmediatamente se puso a trabajar para erigir una Capilla en su Iglesia y así
custodiar con dignidad la reliquia. Esta fue construida en 1837 y el lugar
pronto se convirtió en escena de innumerables curaciones, conversiones y
milagros.
El padre Vianney favoreció la devoción a santa
Filomena hasta el punto de que, desde el 27 de octubre de 1835, en que la primera
niña bautizada llevó el nombre de Filomena, durante los veinte años siguientes,
la mitad al menos de las mujeres nacidas en la parroquia llevaron el nombre de
Filomena.
Uno de los milagros más sonados le sucedió a
Francisca Volet, que tenía entre 12 y 14 años, y había perdido el uso de las
piernas a causa de una fiebre tifoidea. Vino a Ars, comulgó en la misa del
santo cura, en la capilla de santa Filomena y, después de la comunión, se
levantó y se puso de rodillas diciendo: “Estoy curada.”
El padre Monnin, que conoció personalmente al santo
cura y fue su primer biógrafo, afirma: Sus corazones estaban cada día más
unidos hasta el punto de que en los últimos años se sabe por reiteradas
confidencias, que había una relación directa e inmediata y una familiaridad
continua. Era de su parte una asistencia sensible y una suerte de presencia
real.
El santo cura de Ars fue sanado personalmente por
ella. En 1843 se creyó que había llegado su fin. El doctor Saunier diagnosticó
una pleuroneumonía y calificó la situación como desesperada. Otros tres médicos
acudieron al llamamiento del doctor Saunier, pues su corazón latía con
dificultad. Él no se quejó, aceptó los medicamentos que le dieron y se abandonó
a la voluntad de Dios. La gente, postrada ante el altar de santa Filomena,
donde ardían continuamente numerosos cirios, oraba sin cesar. El 11 de mayo,
pareció inminente su agonía. Siete sacerdotes se habían reunido y decidieron
darle la extremaunción en privado, pero él dijo que tocaran las campanas para que
todos rezaran por él. Terminada la ceremonia, se consagró a santa Filomena y
prometió celebrar cien misas en su honor, mandando que hiciesen arder una gran
vela ante su imagen. De pronto, pareció entrar en coma. El doctor creyó que había
llegado el fin y dijo a los asistentes: “No tiene sino treinta o cuarenta
minutos de vida.” Él se encomendaba a la Virgen y a santa Filomena,
diciendo: ¡Si todavía puedo ser útil para la salvación de las almas! Y casi de
inmediato recobró la palabra y disfrutó de sosiego durante tres horas.
El día 21, el padre Dubois celebró la misa en el
altar de santa Filomena por su salud, porque todavía seguía con fiebre alta. De
repente, se tranquilizó, según se dijo, por una visión que contemplaba y estaba
como arrobado. Apenas terminada la misa, exclamó: “Acaba de producirse un
gran cambio... ¡Estoy curado!” Dice el padre Monnin, que estuvo
presente: “Mi alegría fue muy grande ante estas palabras y quedé
convencido que el santo cura había tenido una visión, pues yo le había oído
repetir muchas veces el nombre de su querida protectora, lo que me llevó a
creer que santa Filomena se le había aparecido, aunque no me atreví a
preguntárselo.”
El último año de su vida, en 1859, quiso construir
una hermosa iglesia a santa Filomena y comenzó la suscripción el 2 de abril. Él
encabezó la lista de donaciones con 1.000 francos y les dijo: “Rogaré a
Dios por los que me ayuden a levantar una hermosa iglesia a santa Filomena.”
El jueves 4 de agosto de 1859, a las dos de la madrugada,
el cura de Ars entraba en la gloria. La intercesión milagrosa de Santa Filomena
le concedió 16 años más de vida para la salvación de las almas, como el santo había
pedido durante su agónica enfermedad de 1843.
Octavo día de la novena 09 de agosto
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