viernes, agosto 08, 2025

Santa Filomena, octava parte (la estrecha relación entre la santa y el cura de Ars)

 


San Juan Vianney era muy devoto de Santa Filomena y la eligió su patrona y el sentía su presencia constantemente. La llamaba con los nombres más tiernos y familiares y no dudaba en inducir a otros a que invocaran su intercesión en sus necesidades de cuerpo y alma.

Conoció a la Santa a través de Pauline Jaricot, la cual le ofreció parte de la preciosa reliquia que había obtenido en Mugnano. Inmediatamente se puso a trabajar para erigir una Capilla en su Iglesia y así custodiar con dignidad la reliquia. Esta fue construida en 1837 y el lugar pronto se convirtió en escena de innumerables curaciones, conversiones y milagros.

El padre Vianney favoreció la devoción a santa Filomena hasta el punto de que, desde el 27 de octubre de 1835, en que la primera niña bautizada llevó el nombre de Filomena, durante los veinte años siguientes, la mitad al menos de las mujeres nacidas en la parroquia llevaron el nombre de Filomena.

Uno de los milagros más sonados le sucedió a Francisca Volet, que tenía entre 12 y 14 años, y había perdido el uso de las piernas a causa de una fiebre tifoidea. Vino a Ars, comulgó en la misa del santo cura, en la capilla de santa Filomena y, después de la comunión, se levantó y se puso de rodillas diciendo: “Estoy curada.”

El padre Monnin, que conoció personalmente al santo cura y fue su primer biógrafo, afirma: Sus corazones estaban cada día más unidos hasta el punto de que en los últimos años se sabe por reiteradas confidencias, que había una relación directa e inmediata y una familiaridad continua. Era de su parte una asistencia sensible y una suerte de presencia real.

El santo cura de Ars fue sanado personalmente por ella. En 1843 se creyó que había llegado su fin. El doctor Saunier diagnosticó una pleuroneumonía y calificó la situación como desesperada. Otros tres médicos acudieron al llamamiento del doctor Saunier, pues su corazón latía con dificultad. Él no se quejó, aceptó los medicamentos que le dieron y se abandonó a la voluntad de Dios. La gente, postrada ante el altar de santa Filomena, donde ardían continuamente numerosos cirios, oraba sin cesar. El 11 de mayo, pareció inminente su agonía. Siete sacerdotes se habían reunido y decidieron darle la extremaunción en privado, pero él dijo que tocaran las campanas para que todos rezaran por él. Terminada la ceremonia, se consagró a santa Filomena y prometió celebrar cien misas en su honor, mandando que hiciesen arder una gran vela ante su imagen. De pronto, pareció entrar en coma. El doctor creyó que había llegado el fin y dijo a los asistentes: “No tiene sino treinta o cuarenta minutos de vida.” Él se encomendaba a la Virgen y a santa Filomena, diciendo: ¡Si todavía puedo ser útil para la salvación de las almas! Y casi de inmediato recobró la palabra y disfrutó de sosiego durante tres horas.

El día 21, el padre Dubois celebró la misa en el altar de santa Filomena por su salud, porque todavía seguía con fiebre alta. De repente, se tranquilizó, según se dijo, por una visión que contemplaba y estaba como arrobado. Apenas terminada la misa, exclamó: “Acaba de producirse un gran cambio... ¡Estoy curado!” Dice el padre Monnin, que estuvo presente: “Mi alegría fue muy grande ante estas palabras y quedé convencido que el santo cura había tenido una visión, pues yo le había oído repetir muchas veces el nombre de su querida protectora, lo que me llevó a creer que santa Filomena se le había aparecido, aunque no me atreví a preguntárselo.”

El último año de su vida, en 1859, quiso construir una hermosa iglesia a santa Filomena y comenzó la suscripción el 2 de abril. Él encabezó la lista de donaciones con 1.000 francos y les dijo: “Rogaré a Dios por los que me ayuden a levantar una hermosa iglesia a santa Filomena.”

El jueves 4 de agosto de 1859, a las dos de la madrugada, el cura de Ars entraba en la gloria. La intercesión milagrosa de Santa Filomena le concedió 16 años más de vida para la salvación de las almas, como el santo había pedido durante su agónica enfermedad de 1843.

Octavo día de la novena 09 de agosto

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