Con mucha frecuencia, a lo largo de su vida, Verónica recibió la comunión
no solo del sacerdote capellán, sino también del mismo Jesús, de la Virgen
María, de su Ángel o de algún otro Ángel como San Miguel Arcángel o de algunos
Santos. Ella asegura, mientras mi confesor comulgaba en aquella Hostia al Divino
Niño, lo vi venir también hacia mí con una hostia en la mano y me dio la
comunión
En una oportunidad, tocaron a misa y no pudiendo yo asistir a ella por no
dejar a las enfermas, me puse a hacer un poco de oración. Súbitamente me
pareció que el señor me ha arrebatase los sentidos y en aquel punto tuve la
visión del Niño Jesús, quien se me manifestaba muy alegre, con una hostia en
las manos e invitando a mi alma a nueva comunión. Con su propia mano me dio la
comunión, fue tal el júbilo y contento que experimenté en mi interior, que
jamás he experimentado cosa semejante. Cada vez que comulgaba sentía inflamarse
mi deseo de volver a comulgar cuanto antes y ofrecía dicha comunión en Acción
de Gracias de esta y la aplicaba en preparación para la comunión que debía
hacer a los pocos días.
La noche antes de comulgar, no había medio de poder descansar. Toda la
noche la pasaba en oración y penitencias y a cada momento invitaba al señor. A
veces con estas invitaciones hacía también muy frecuentemente la comunión
espiritual en la que sentía tal gusto y tales efectos, como si hubiese
comulgado corporalmente. Apenas lo llamaba cuando enseguida lo sentía dentro mi
corazón. Yo no entendía ni podía comprender cómo podéis hacer vosotros los
sacerdotes para tener en vuestras manos a aquel Dios sin enloquecer de amor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario