jueves, julio 31, 2025

San Ignacio de Loyola, martir de la fe, 31 de Julio

 


San Ignacio de Loyola, nació en la provincia de el país Vasco y se crio en la corte de los reyes católicos inclinándose a los ejercicios de las armas. Habiendo los franceses puesto cerco al castillo de Pamplona, Ignacio lo defendió con heroico valor, hasta que fue malamente herido. Agravándosele el mal, se le apareció el apóstol san Pedro, del cual era muy devoto, y con esta visita del cielo comenzó a mejorar.

En la convalecencia pidió algún libro de caballería para entretenerse, y como le trajesen, en lugar de estos libros, uno de la Vida de Cristo y otro de Vidas de santos, se encendió en su lección de suerte que determinó a dejar el mundo.

Sano de sus heridas, se partió para Montserrat, donde hizo confesión general, y colgó su espada y daga junto al altar de nuestra Señora, y dando los vestidos preciosos a un pobre, se vistió de un saco asperísimo. De allí partió para Manresa, donde por espacio de un año hizo vida austerísima y penitente en el hospital de santa Lucía y en una cueva cerca del río; en la cual ilustrado por el Espíritu Santo y enseñado de la Virgen santísima, escribió aquel famoso libro de los Ejercicios espirituales, que ha hecho siempre increíble fruto en la Iglesia de Dios. Estudió en Barcelona, en Alcalá y Salamanca, donde padeció por Cristo persecuciones, cárceles y cadenas. Acabó sus estudios en París y ganó para Dios nueve mancebos de los más excelentes de aquella universidad, y con ellos echó en el Monte de los Mártires los primeros cimientos de la Compañía de Jesús. Ésta era un nuevo e invencible ejército que el Señor suscitaba para la propagación de la santa fe y defensa de la santa Iglesia combatida por los sectarios de esto tiempos, discípulos de Lutero e imitadores de la rebeldía de Lucifer. Y así, la Compañía de Jesús conquistó para Cristo muchos reinos de Asia, África y América, restauró en Europa la piedad cristiana y la frecuencia de sacramentos, y ha ilustrado la Iglesia con centenares de mártires, con millares, de nombres sapientísimos, y aun dando por ella la vida. Tal es el espíritu que infundió san Ignacio en su santa Compañía; el cual después de haberla gobernado por espacio de dieciséis años, a los sesenta y cinco de su edad descansó en la paz del Señor.

El papa Gregorio XV lo canonizó el 12 de marzo de 1622 junto con Francisco Javier, Felipe Neri, Teresa de Jesús e Isidro Labrador.

Reflexión: Si quieres alcanzar el espíritu de Jesucristo que informaba el alma de san Ignacio, lo hallarás en sus Ejercicios espirituales. Dice el pontífice León XIII, que, al conocerlos, no pudo menos de exclamar: “He aquí el alimento que deseaba para mi alma.” (Alocución de León XIII al clero de Carpineto).

Oración: Oh Dios que, para propagar la mayor gloria de tu nombre, diste un nuevo socorro a la Iglesia militante por medio del bienaventurado Ignacio, concédenos que, peleando con su ayuda y ejemplo en la tierra, merezcamos ser coronados con él en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 



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