Aunque no se conoce la fecha exacta del nacimiento de San
Juan Bautista, cada año la Iglesia honra su Natividad el 24 de junio. Este
es el único santo al cual se le celebra la fiesta el día de su nacimiento.
Esto es tres meses después de la Anunciación, el 25 de
marzo, ya que Isabel tenía ya seis meses cuando el ángel se le apareció a María
y Jesús fue concebido (Lucas 1:24-26).
El Arcángel San gabriel se le apareció a la Santísima Virgen
comunicándole que iba a ser Madre del Hijo de Dios, y también le dio la noticia
del embarazo de su prima Isabel.
Llena de gozo corrió a ponerse a disposición de su prima
para ayudarle en aquellos momentos. Y habiendo entrado en su casa la saludó. En
aquel momento, el niño Juan saltó de alegría en el vientre de su madre, porque
acababa de recibir la gracia del Espíritu Santo al contacto del Hijo de Dios
que estaba en el vientre de la Virgen.
También Santa Isabel se sintió llena del Espíritu Santo y,
con espíritu profético, exclamó: "Bendita tú eres entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre. ¿De dónde me viene a mí tanta dicha de que
la Madre de mi Señor venga a verme? Pues en ese instante que la voz de tu
salutación llegó a mis oídos, la criatura que hay en mi vientre se puso a dar
saltos de júbilo. ¡Oh, bienaventurada eres Tú que has creído! Porque sin falta
se cumplirán todas las cosas que se te han dicho de parte del Señor". Y
permaneció la Virgen en casa de su prima aproximadamente tres meses; hasta que
nació San Juan.
De la infancia de San Juan nada sabemos. Tal vez, siendo aún
un muchacho y huérfano de padres, huyó al desierto lleno del Espíritu de Dios
porque el contacto con la naturaleza le acercaba más a Dios. Vivió toda su
juventud dedicada nada más a la penitencia y a la oración.
Como vestido sólo llevaba una piel de camello, y como
alimento, aquello que la Providencia pusiera a su alcance: frutas silvestres,
raíces, y principalmente langostas y miel silvestre. Solamente le preocupaba el
Reino de Dios.
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