domingo, julio 13, 2025

Tercera aparición de Fatima y el infierno, 13 de julio de 1917

 


El 13 de julio de 1917, en la tercera de sus apariciones, la Virgen María permitió que los niños tuvieran una visión del infierno para que comunicaran lo que les espera en el mundo invisible a las personas que no se convierten ni arrepienten de sus pecados mortales antes de morir.

Conversación entre Lucia (que era la única que la podía, ver y escuchar a la virgen, Jacinta y Francisco sólo podían ver a Nuestra señora) y Maria.

– Quería pedirle que nos dijera quién es, y que haga un milagro para que todos crean que usted se nos aparece.

– Continúen viniendo aquí todos los meses. En octubre diré quién soy, lo que quiero, y haré un milagro que todos podrán ver, para creer.

– Santificáos por los pecadores y decid muchas veces y en especial cuando hagáis algún sacrificio: "Oh Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María".


Al decir estas últimas palabras, abrió de nuevo las manos, como en los dos meses anteriores.
El reflejo pareció penetrar en la tierra y vimos como un gran mar de fuego. Sumergidos en ese fuego, los demonios y las almas, como si fueses brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana, que fluctuaban en el incendio, llevadas por las llamas que de ellas mismas salían junto con nubes de humo, cayendo por todos los lados, semejante al caer de las chispas en los grandes incendios, sin peso ni equilibrio, entre giros y gemidos de dolor y desesperanza que horrorizaba y hacía estremecer de pavor (debió ser al enfrentarme con esta imagen que di ese grito que dicen haberme oído).

Los demonios se distinguían por formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como carbones negros en la brasa. Asustados y como pidiendo socorro, levantamos la vista hacia Nuestra Señora, que nos dijo con bondad y tristeza:
– Visteis el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacen lo que yo os diga, se salvarán muchas almas y vendrá la paz. La guerra va a acabar. Pero, si no dejan de ofender a Dios, comenzará otra peor. Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo de sus crímenes, por medio de la guerra, de hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre.

Después de las dos partes que ya expuse, vimos en el lado izquierdo de Nuestra Señora, un poco más alto, un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; al brillar, despedía llamas que parecían que iban a incendiar al mundo; pero se apagaban con el contacto del brillo que de la mano derecha expedía Nuestra Señora a su encuentro: el Ángel apuntando con la mano derecha hacia la tierra, con voz fuerte dijo: "¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!"

– Cuando rezáis el rosario, decid después de cada misterio: "Oh Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas".

Una visión aterradora

En el libro La verdadera historia de Fátima del P. John de Marchi (1947), se relata cómo Manuel Marto, el padre de la pastorcita Jacinta, presenció lo ocurrido. Recordó que "Lucía jadeó de repente horrorizada, que su rostro estaba blanco como la muerte y que todos los que estaban allí la oyeron gritar de terror frente a la Virgen Madre, a quien llamaba por su nombre. Los niños miraban a su Señora aterrorizados, sin palabras, e incapaces de pedir socorro por la escena que habían presenciado".

 



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